El predicador


Todas las mañanas, al conducir de mi casa al trabajo, tengo la costumbre de escuchar la radio pública estadounidense. Me gusta la información que se presenta y el formato en el que trabajan. Lo hago porque me saca de la rutina de la radio convencional, de la música que siempre estoy escuchando cuando estoy frente a la computadora en mi trabajo. Resulta que dicha estación al menos aquí en la ciudad, esta rodeada de estaciones ‘cristianas’ que el día de hoy inundan las frecuencias radiales -y en las de TV también como muchos lo habrán notado-. Pues bien, mientras llegaba a la frecuencia de la estación encontré en una de esas estaciones un predicador. ¿Qué hay de raro en ello? Nada en absoluto. Reconozco que en algunas ocasiones -con espíritu un tanto combativo- le dejo algunos minutos para escuchar lo que normalmente hablan o ‘predican’ y critico a solas en mi mente lo que dicen para después cambiarle sin más. 
Esta vez, hice de la misma manera. solamente que el tema de lo que hablaba aquella monótona voz en la radio cristiana me hizo en un principio esbozar una sonrisa. Hablaba de el poder de los ‘demonios’ sobre los seres humanos. Diciendo entre otras cosas que dichos ‘poderes’ eran reales. Decía -tal vez respondiéndose involuntariamente de forma irónica-, que si bien en el mundo moderno no presenciábamos tantos casos de posesión demoníaca como lo hacían en los tiempos del antiguo y nuevo testamento, no era porque no existieran, aduciendo que él mismo había sido ‘testigo’ de casos de posesión, pero que estos sucedían en aldeas apartadas, alejadas de la civilización, pueblos donde se vivía como si aún fuera el primer siglo de la era cristiana, que dichos casos de posesión eran reales, pero que obviamente no eran como en las películas, donde aparecían personas que giraban la cabeza enteramente sobre su tronco y vomitaban alguna sustancia verde. No. Pero la posesión existía, según él, poniendo en su boca palabras de otro predicador, en los no creyentes, en las ideas liberales que abundan el día de hoy allá afuera, proponiendo matrimonios del mismo sexo, en el sacar a Dios de las enseñanzas en las escuelas, etc. etc. y entonces la sonrisa que llevaba en mi rostro se desdibujó. Lo que a primera instancia -para alguien no creyente como yo- sonaba como una simple retahíla de ideas estúpidas se convirtió en lo que en verdad es: el lavado de cerebros a través de la manipulación religiosa, y la razón primaria por la que siempre estaré en contra de estas ideas. 
En un momento comprendí que no era sólo una voz hablando cosas sin sentido en una estación de Radio. Esta persona está dirigiendo su mensaje a una multitud de personas que lo escuchan como la fuente de una verdad. No era simplemente un iluso compartiendo historias de un cuento de hadas, una abuela contando una mágica historia a sus nietos antes de ir a la cama, o un motivador tratando de hacer creer al que le escucha que no es solo una persona ordinaria más. No. Estas personas hablan de cosas extraordinarias para las cuales no hay evidencia alguna y a las que les atribuyen consecuencias en el mundo natural. Este tipo de personas son -a mi parecer- muy peligrosas. ‘Juegan’, por decirlo de la manera más amable, con la mente de los creyentes, quienes están en un estado mental predispuesto a este tipo de ideas. Estos seres humanos, después de escuchar este tipo de ideas, salen al mundo exterior, dispuestos a hacer que el mundo se ‘rija’ por estas ideas. 
Creen que aquello que se les dice ‘es la verdad’, debe ser impuesta por la fuerza en los demás. Aquél que no piensa como yo, está contra mí, es mi enemigo. Sienten que están por encima de los demás moralmente, y desde allí quieren imponer su ‘versión de la verdad’. Desde el moderado que pide no se les enseñé a sus hijos en las escuelas la evolución, el funcionario que impide un trámite de matrimonio para personas del mismo sexo, hasta el que va y compra un arma, entra en una clínica de planificación familiar, una escuela, o desde una plaza pública y asesina a quién se le ponga enfrente, hasta el planear el secuestro de aviones y estrellarlos contra edificios o en un gesto más sencillo y mortal se hace volar a si mismo con explosivos adheridos a su pecho. el principio básico es el mismo: Mi Dios es el verdadero. El pueblo elegido somos nosotros. Por eso no importa si predican o no predican que son una religión pacifica o tolerante. El error radica en la interpretación de textos antiguos, meras leyendas y mitos con los que nuestros antepasados trataban de dar una explicación a nuestro origen, en la infancia de nuestra especie. 
Atacan la ciencia por contradecir las afirmaciones de sus creencias. No logran comprender que la ciencia no pretende tener todas las respuestas, pero está en continua búsqueda de ellas. 
Quizá nunca sepamos el origen de la vida. Pero de entre todas las herramientas que ha usado el hombre, la ciencia es la que con más humildad trata de encontrar una respuesta. Descartemos esas ideas que no hacen otra cosa si no separarnos y alejarnos de nuestra meta como seres humanos. 
¿Cuál meta?
Vivir una vida lo más cercano posible a la felicidad, en un planeta que no está diseñado para nosotros, si no un planeta al que nos hemos adaptado a lo largo de miles de años, y en el que nos hemos ganado nuestro lugar. 
No dejemos que la creencia en un ser inexistente, cuya única verdadera facultad, es la de poseer y acrecentar las diferencias que insistentemente creemos tener, nos separe. No dejemos que la idea de un ser como ese, nos haga aniquilarnos los unos a los otros. 
Un ser humano que desea vivir pacíficamente con sus semejantes, es mucho mejor que cualquier idea de cualquier Dios que se invente.

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