Cosas extrañas que cree la gente: Dioses en el cielo.



Pues sí. En estos tiempos de tanta modernidá, en los que la ciencia nos ha dado ya tantas cosas -buenas y malas también, sin intenciones de ocultarlo -, en los que muchos seres humanos vemos la inmensidad del cielo con otros ojos, pues no solamente hemos como especie, realizado la increíble hazaña de llegar y plantar el pie en la nada cercana luna, el titánico esfuerzo de mantener la estación espacial en órbita, hemos enviado robots que en este preciso momento, mientras realizas tus tareas mortales, escudriñan la superficie de otro planeta o de un asteroide; pero aún y con semejantes adelantes tecnológicos, hay quienes observan el cielo y ven lo que muchos otros seres humanos a lo largo de la historia se han empeñado en hacerles creer. Seres imaginarios pendientes de cada cosa que hacemos en nuestro quehacer tan mundano.

Muchos de nosotros seguimos temiendo, todavía, a las tormentas, pero le damos la bienvenida a las lluvias que caen en nuestros jardines en la época de la cosecha, sin asociar estos fenómenos meteorológicos con lo divino; Y en verdad, entendemos las emociones que a lo largo de la historia humana tales fenómenos producían en una inmensidad de personas. En serio lo entendemos.
Pero la ciencia tiene una explicación para todas ellas ahora.

'Nuestro padre que está en los cielos' es una oración familiar hacia un supremo ser en el cielo y el Antiguo Testamento Hebreo está repleto de pasajes que asocian a Dios con fenómenos en el cielo, con la luz y la oscuridad, nubes y vientos, relámpagos, truenos y lluvia. ¿Eso no nos dice algo?
Cuando Dios está enojado con el mundo, envía un diluvio que dura 40 días y cuando hace un acuerdo con los sobrevivientes, pone un arco-iris en el cielo como señal.
Cuando descendió del Monte Sinaí a la vista de toda la gente, 'hubo truenos y relámpagos, y una nube espesa sobre la montaña', y cuando Moisés habló, 'Dios le respondió en Trueno' (Éxodo, capitulo 19).
El salmo 18 describe al señor descendiendo desde los cielos con ira, volando ligero con las alas del viento, con oscuridad densa bajo sus pies y nubes cargadas de lluvia como sustento, lanzando con fuerza sus flechas de relámpago y de trueno.

Estos pasajes son expresiones de la ira y el sobre-cogedor 'poder de Dios'. Pero en otros pasajes,
él no es la tempestad y el trueno, pues cuando Elías experimentó su presencia en el Monte Horeb, el señor no estaba en el viento que circunda la montaña o en el temblor que siguió al viento o en el fuego que le sucedió al temblor, si no en la pequeña y quieta voz que vino después del fuego (1 Reyes, Capitulo 19).

Dios reviste las armas del cielo porque ésta es su eterna morada, el lugar desde el que observa y domina la tierra como el tirano vigilante que es.
Fue allá donde Ezequiel y el autor de las revelaciones tuvieron visiones de Dios, y aún el día de hoy, si le preguntas a un amplio grupo de gente, qué área del universo asocian particularmente con La deidad todopoderosa, la mayoría de todos, sin duda, señalará el cielo.



El cielo es, naturalmente, el hogar del ser supremo, aunque de hecho puede ser también, el ser supremo en sí, pues está por encima de la tierra.
Constantemente asociamos las alturas con el poder, y frecuentemente también con la superioridad moral. Las connotaciones de palabras como: exaltar, elevar y sublimar (del latín Sublimus, Alto) indican esta doble significación de altura. Los altos objetivos son ambiciosos o nobles o ambos.
Ascender en la vida es mejorar el status y 'alteza' es titulo de reyes.

Dios, es la más alta de todas las cosas, lo Más Alto, y en muchas tradiciones los buenos (bondadosos) van, al morir, a reunirse con él en el paraíso que está allá arriba en los cielos.
Los faraones de Egipto eran sepultados con ritos que les aseguraban unirse al Dios Sol en los cielos.
Rómulo, el fundador de Roma, fue llevado hacia el cielo por Júpiter.
Después de que Jesús se levantó de su tumba, ascendió a los cielos: 'fue levantado, y una nube se los arrebató de la vista.' (hechos, 1,9).
En el arte cristiano, santos, reyes y héroes son mostrados siendo llevados al cielo.
El rebelde Lucifer, por otro lado, fue expulsado del cielo y enviado abajo de la tierra.
Por el hecho de volar, se creyó por mucho tiempo que las aves tenían acceso a los dioses en el cielo y que estaban en contacto con el poder y el conocimiento negado a las criaturas terrenales.
Las montañas han sido relacionadas con lo divino porque se alzan hacia el cielo.
Seres sobrehumanos de todo tipo han sido observados yendo hacia el cielo, incluyendo fantasmales ejércitos, dragones y visitantes de planetas distantes, que por el hecho de venir de allá arriba, se supone que son 'seres de una inteligencia superior'.



No hay evidencia de adoración a los cielos entre los primeros hombres prehistóricos, pero como los dioses supremos de los cielos son conocidos en muchas culturas y con frecuencia, son más importantes en el mito que en el culto, puede que una de las más profundas y antiguas emociones religiosas, es el sentido de la inmensidad del cielo dominando y empequeñeciendo la figura del hombre minúsculo caminando sobre la tierra.

El cielo contiene el sol y la luna, que proveen calor y luz, la lluvia que fertiliza la tierra cae desde los cielos, la tormenta en la que la violencia de la naturaleza explota terriblemente trayendo la lluvia dadora de vida; Todas estos fenómenos han afectado desde tiempos inmemoriales la visión humana de los cielos.

Y el hecho de que los cambios climáticos y la apariencia de los cielos tiende a afectar las emociones de la gente, que se siente viva y alegre en un día soleado bajo un cielo azul, y deprimida y triste en días nublados, contribuyó sin duda a creer a lo largo el tiempo en la existencia de deidades celestiales dominantes.

Hay muchos tipos de deidades celestiales, y el dios de la tormenta no es siempre el mismo que la suprema deidad del cielo. La suprema deidad del cielo es el maestro y soberano de todas la cosas, que generalmente él mismo ha creado. Normalmente todo lo ve y todo lo sabe, porque el cielo abarca toda la tierra, e incluso en la noche, en completa oscuridad, lo ve todo a través de sus miles de ojos:
las estrellas.
Aunque vive en, y de hecho, es el cielo mismo, puede estar en todo lugar porque el aire esta en todo lugar, y el aire y el viento son su aliento, que también es vida.

Porque es el supremo regente, quien lo hizo todo y todo lo sabe, el dios del cielo es probable que sea el supremo responsable de la ley y el orden, ambos en una escala cósmica y humana, y se le asocia por ello con una figura paternal, el paralelo celestial de la figura patriarcal en la tierra, el autor e la vida, el originador de y sostenedor de las reglas y las costumbres, el tirano 'benevolente' que ama y castiga, inspira y provee para sus hijos.

La conexión del cielo con la ley y el orden es reforzada cuando un calendario regente se crea para hacer referencia de eventos en el cielo, cuando las estrellas son utilizadas para navegar por mar o tierra, cuando los regulares y predecibles movimientos de los planetas sugerían que allá en los cielos estaba el principio del orden, en un aparente universo caótico; sus movimientos eran usados para calcular el curso futuro de los eventos en la tierra.

Y aún así el supremo ser del cielo es frecuentemente (aunque no siempre) de relevante importancia para cuestiones del día a día. Él hizo al mundo y al hombre, y echó a andar la rueda de las estaciones y puso las estrellas en curso; pero está distante del vivir diario de la humanidad, y no se preocupa demasiado con ello. Presumiblemente, esta es una consecuencia porque el cielo esté muy distante e inalcanzable (al menos hasta hace poco) y por lo tanto el Dios del cielo también lo está.

Los isleños de Andamán en el océano Índico por ejemplo, tenían un ser supremo llamado Puluga,
que residía en el cielo. El viento es su aliento, el trueno su voz, y los huracanes son su ira.
¿Les parecen atributos conocidos? Sé que levantarán los hombros y dirán: es coincidencia, o habrán llegado misioneros a convertirlos. Y si no parecen suficientes tales coincidencias, esta deidad creó el mundo y al primer hombre, envió un diluvio en el que ahogó a la mayoría de la humanidad cuando desobedecieron sus leyes, y cuando, generaciones después, seguían en desobediencia, se alejó y no se le volvió a ver desde entonces. La gente le teme y respetan sus leyes, pero no le adoran  ni le ofrecen sacrificios.

Similarmente en África, hay rastros de un gran Dios del cielo del que no hay prácticamente culto ya.
El pueblo Ashanti en Ghana, decía que él solía vivir cerca de la tierra pero se mudó hacia la altura de los cielos. Está en todas partes y lo ve todo, puedes hablar con él a través del viento y se le pueden ofrecer ofrendas en un recipiente que contiene su hacha de trueno, pero no hay un culto organizado, ritos y ocasiones especiales para adorarle, los rituales que practican son usualmente para dioses menores y más cercanos.

En muchas partes del mundo, el padre del cielo aparece en mitos como el macho principal que fertiliza la madre tierra con la lluvia, pero poca atención le es prestada en cultos y rituales.
Los dioses que son adorados más activamente son dioses asociados con el sol y la luna, o dioses que poco tienen que ver con el cielo. La prevalencia general de seres supremos del cielo, sugiere la teoría que la religión más temprana fue monoteísta, que degeneró rápido hacia el politeísmo, pero esta teoría no ha encontrado una aceptación general.




Ahora, ¿Por qué prevalece hoy en día en la mayoría de las religiones predominantes en el mundo aquellas con un Dios Masculino? Se tienen registros de que no siempre fue así. Dice Coral Herrera Gómez en La revolución patriarcal y el fin de las diosas: 'Las primeras representaciones simbólicas femeninas del paleolítico (periodo que comenzó hace unos 2,5 millones de años (en Africa) hasta hace unos 10,000 años) son de carácter religioso. Antes de la Revolución patriarcal, la mayor parte de las deidades humanas eran femeninas. En todo el mundo antiguo, desde Asia Menor al Nilo y desde Grecia al valle del Indo, abundan las estatuillas de la figura femenina desnuda, en diferentes posturas, de la Diosa sostenedora y abarcadora de todo.'

Una de las posibles explicaciones de tal Revolución patriarcal es el hecho de la expansión de las primeras tribus en plan conquistador. Este periodo de expansión de los seres humanos sobre las diferentes regiones de la tierra no podía darse de otra manera que no fuera violenta. Nos dice Coral Herrera en el mismo artículo: 'Para derrocar las deidades femeninas y sustituirlas por Dioses masculinos, primero fue necesario despreciar la feminidad y caracterizarla como una categoría ontológica inferior, lo que sirvió para imponer una nueva cultura y una nueva religión en torno a una ideología violenta, dominadora y excluyente.'
Tal actitud hacia la feminidad podemos verla claramente el día de hoy en las religiones 'monoteístas' que predominan actualmente, como el Cristianismo y todas sus ramas, y de forma más radical en el Islam.




El momento histórico exacto de la transición al empoderamiento de dioses masculinos es un misterio.
Lo más probable es que haya sido un proceso de varios cientos de años, quizá milenios.

Donde se cree en un altísimo dios del cielo, hay también la creencia en dioses menores a él (al supremo), pero que son vistos como más accesible al hombre. El sol, la Luna, tormentas, el clima, son residuos de deidades separados que son separados que son hijos del Dios Supremo, o quizá son completamente la reminiscencia del mismo Dios Supremo.



Un Dios altísimo que fulminaba por sí mismo fue Zeus. Se cree que está relacionado con Dyaus directamente (una antigua deidad del panteón védico), cuyo significado era básicamente 'alumbrar, brillar', que se esconde detrás del latín deus, dios y deos, día, el francés dieu y el divino.
Los títulos de Zeus demuestran su conexión con el cielo y el clima: 'acaparador de nubes', 'dios del trueno', 'el que envía vientos favorables'.
Altares eran dedicados a él en hogares griegos, 'el que desciende', una referencia al relámpago; sacrificios eran ofrecidos en los altares para prevenir que los hogares fueran alcanzados por rayos o relámpagos. Pero él era mucho más que un Dios del clima, él era el supremo rector, el padre de los hombres y los dioses, el dador de fertilidad y amo del destino.
Podría decirse de él que era el cielo mismo: a veces brillaba inmensamente y a veces llovía, y este es probablemente un testimonio de su antiguo papel, como el cielo viviente cuyo imponente poder domina todas las cosas.

Zeus no realizó una función común de un Dios supremo, o deidad de los cielos de acuerdo a la mitología griega: Zeus no Creador. Él peleó el poder supremo de su padre Cronos, y castró él mismo a su padre, Urano, en un mito basado en la extendida idea de que el cielo y la tierra estuvieron unidos originalmente y debieron ser separados. Urano era la palabra antigua para 'cielo', y la lluvia era representada como su semilla, que fertilizaba la tierra. Pero de acuerdo a Hesíodo en la Teogonía, nos dice que había un aspecto siniestro en su virilidad, pues los hijos que engendró en la tierra incluían a monstruos terribles, y Urano odiaba a sus hijos y los encerraba en la tierra. Por ello no tenía lugar en la adoración Griega: 'Zeus fue el primigenio padre de los cielos y consorte de la madre Tierra, y él sigue siendo el verdadero Dios Griego del Cielo.'

El equivalente Romano de Zeus fue Júpiter, quien era a su vez, una personificación del cielo,
padre del hombre y de los dioses, inspirador de la grandeza de Roma y guardián de la ley,
estaba armado con truenos y relámpagos, y era el que brindaba la lluvia:
"He aquí, entre las nubes, el padre de los cielos, esparce relámpagos ardientes," dice Ovidio en Fastos, 'entonces, limpia el cielo después de la lluvia.'
Su templo en la Colina Capitolina en Roma, se alzaba abierto hacia el cielo, y los truenos, relámpagos y el vuelo de las aves podían ser interpretados como signos de su voluntad.

Dyaus Pitra, Padre Zeus, Júpiter, todos significan Padre del cielo. Dyaus fue un remoto Dios del cielo para el tiempo en que los Arios llegaron a la India, y era el padre de deidades más cercanas y más activas, muchas de las cuales, están conectadas con el cielo.



Indra era el señor de la atmósfera entre el cielo y los cielos lejanos, del clima y de la guerra.
En los primeros mitos, lideró campañas exitosas en contra de demonios, que presumiblemente representaban los habitantes nativos que estaban siendo vencidos por los invasores Arios.
Era de color rojo o Dorado, y viajaba en un carruaje arrastrado por caballos leonados.
El trueno era su arma por definición, el arco-iris su arco, y llevaba un enorme garfio para destrozar a sus enemigos y una red de ilusiones para atraparlos.

Es el dios heroico y guerrero que lidera capitanes (la analogía poética entre la guerra y la tormenta es obvia); Indra tenía una excelente y terrible vitalidad. Azotaba el mundo con inclementes tempestades, hacía explotar las nubes para hacer llegar la lluvia, hacía circular la sangre y la savia.
Tenía mil testículos, era el amo de los campos, del arado, Toro (macho) del mundo, el dios creador de la tierra, de las bestias y las mujeres fecundas.
No era él el creador, pero sí el viril promotor de la vida.

Otro dios Ario, Varuna (el nombre significa 'cielo' y parecía ser básicamente lo mismo que Urano) también poseía atributos de tormenta y controlador del clima. El viento era su aliento, gruñía como el trueno, oscurecía las nubes y convertía el cielo en dador de lluvia.
Pero sus más importantes atributos eran, que todo lo veía y todo lo sabía, poseedor de mil ojos, los cuales eran las estrellas, y conoce todos los actos, motivos y secretos.
Era el responsable de las leyes y el orden en el universo, el transcurrir de las estaciones y el código moral de los hombres.
Mircea Eliade nos dice que 'Varuna, no hizo para sí mismo derechos, no ha conquistado nada, no ha luchado para ganar nada (como Indra por ejemplo). Él es poderoso, es soberano, sin dejar de ser contemplativo... El poder es suyo por su propia naturaleza, la tendencia a la pasividad es mostrada por todas las deidades supremas del cielo, que viven en las altas esferas, lejos de los hombres, e indiferentes a sus diarias necesidades.'




LA TORMENTA DE UR

En Egipto el cielo mismo era femenino, una excepción a la regla general, pero la deidad principal del cielo era Horus, 'Aquél que está en lo alto' o 'el distante', representado por un halcón, la más fiera y terrible de todas las aves de presa que rondaban los cielos egipcios.
Cada uno de los faraones era identificado con él como gobernante supremo y era asimilado con otro poder dominante en el cielo, el dios del sol.

En Mesopotamia el dios An o Anu (cielo) era el más antiguo de los dioses, el padre supremo y rey, la principal fuente de toda la existencia; pero en la práctica, el divino poder del cielo era ejercido con más frecuencia por el dios de la atmósfera: Enlil.

Enlil (Señor del Viento): cuando la ciudad de Ur fue saqueada y tomada por los invasores de Elam, al este, el ataque fue descrito como una tormenta que azota montada por Enlil.
El dios invocó vientos malignos, llamó al huracán del cielo aullando a través de los cielos, la rompiente tempestad que cubrió a Ur como un abrigo y destruyó la ciudad.
Los atacantes irrumpieron en las murallas, como una tempestad, podría decirse, pero no solo como una vívida metáfora, sino en el sentido en el que personificaban la terrible violencia del dios.

Había también otros poderosos dioses de los cielos -el dios sol, el dios luna, la dama del cielo (Ishtar), y el dios del tiempo, Adad. Muchas de estas deidades estaban conectadas con el toro (semental, macho), un animal frecuentemente asociado con deidades celestiales y tormentas, por su dominio, su virilidad y fiereza, además de su ensordecedor mugido, como el trueno o el rugir del viento.

Poderosos dioses celestiales son encontrados entre muchos pueblos antiguos, incluyendo los germanos, los escandinavos y los Hititas. En Canaan, el dios supremo El permanecía en segundo plano mientras que la deidad más activa era Baal, 'el que monta las nubes', Dios de tormenta y de lluvia. Como pueden adivinar, el Toro era su animal de culto, y llevaba los cuernos de este animal en su casco. Sus armas eran -obviamente- el trueno y el relámpago. Pero a diferencia de otras deidades celestiales y de tormenta, no era inmortal, este dios moría y volvía a renacer, siendo él mismo la caída de la lluvia, y el renacimiento de la vegetación.

En general, en toda religión los dioses celestiales van del rango de supremas, pero pasivas deidades, a deidades supremas más activas y a deidades con funciones celestiales más especializadas.
En cuentos populares y supersticiones es natural que el todo poderoso y omnisciente cielo ocupe toda la atención con sus fenómenos inmediatos como el trueno, los relámpagos y la lluvia.

Las campanas de las iglesias aún suenan en algunas partes de Europa durante las tormentas y las granizadas para proteger a las cosechas de perderse. coral rojo, siempreviva, hierba de San Juan, espino, muérdago, ramitas de acebo y pequeñas ramas de avellano reunidas en el domingo de ramos se supone que protegen los hogares en contra de los relámpagos.

Ahí en esos pequeños detalles puede verse (y entenderse) que la creencia en Los Dioses del Cielo, supremos seres de las alturas, hayan poblado la mente humana por milenios.

La cuestión el día de hoy, es que muchos de los fenómenos asociados a tales seres son completamente explicables y aún así, miles de personas están dispuestas a arrastrar al mundo a una incomprensible catástrofe basados en tales creencias.

Las deidades femeninas nos ayudaron durante mucho tiempo a tratar de entender la naturaleza del mundo en el que vivimos, y a la vez, a nosotros mismos. Las deidades masculinas llegaron a la historia cuando el hombre se sintió listo para conquistar otras regiones de la tierra y abrirse camino, si bien de forma violenta, entre sus congéneres, pero hasta ahí.

Es hora de ver estos mitos como lo que son: mitos de nuestro gran pasado como especie.
Contemplemos con asombro en los museos la portentosa imaginación de nuestros antepasados y sus culturas, simbolizados en esos magníficos seres: Zeus, Thor, Indra, Enlil, Horus, Huitzilopochtli, Baal, Yahweh, Superman... representan nuestros deseos de sobreponernos al mundo, de hacerlo nuestro. Seamos congruentes con nosotros mismos y agradezcamos que tales seres no existen.





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