Supersticiones, supercherías y más supers… III Rarezas de los creyentes: el ajo

                                                                  El AJO

No obstante que al profeta Mohamed se le recuerda diciendo, cuando rehusó un platillo que contenía ajo: ‘Soy un hombre que tiene un contacto cercano a otros’, en una clara alusión a su poder repelente, el ajo (allium sativum) tiene una reputación bastante amplia como vegetal benéfico.
Probablemente originario de Asia central, hay una tradición (creencia) mahometana de que el ajo floreció donde Satán, cuando fue expulsado del paraíso, plantó su pie izquierdo, y la cebolla brotó donde plantó el derecho. (No quiero imaginar que brotó donde se sentó).

En sus tradiciones de origen y en la dirección que toma el Talmud, se ve claramente en la cultura judía su gusto por el ajo, pues numerosos alimentos deben ser sazonados con él. Aunque a los cruzados se les ha dado el crédito de haberlo traído primeramente a Europa, está claro que fue comido en tiempos antiguos en Grecia e Italia, donde se creía que daba fuerza y coraje (bravura pues, no esa pequeña manifestacion de odio).
Uno de los primeros registros de las propiedades mágicas atribuídas al ajo es en los escritos de Teofracio, el filósofo griego que vivió entre los siglos III y IV A.C. 
Teofracio describe como los antiguos griegos lo depositaban en los cruces de caminos para confortar y propiciar a Hécate, diosa mágica del inframundo, con su manada de perros infernales; esta costumbre era común pues se creía que a la diosa se le encontraba donde se juntaban los caminos, así como en tumbas y lugares donde sucedían crímenes, y su imagen de tres rostros era frecuentemente erigida en los cruces.
El ajo era una de las ofrendas dejadas a los pies de estatuas o efigies. Según Plinio el viejo (23 - 79 A.C.), tanto el ajo como la cebolla, eran vistos como divinos por los egipcios y eran invocados cuando se hacían juramentos. 
Juvenal, el satírico romano, decía que: ‘cada diente de ajo contiene una flor sagrada’.
¿Cómo llego a adquirir sus atributos contra lo sobrenatural? Tal vez nadie lo sabe, es un verdadero misterio, como lo es el caso de la sal y el hierro contra los llamados “espíritus o entes malignos”. Todo se fusiona en la creencia popular de cuestiones ahora completamente explicables por la ciencia.
Al final de cuentas, no se necesita ser un vampiro para alejarse de inmediato de alguien después de comer un buen platillo de camarones al ajillo.  
Que la persona que lo haya comido sostenga un crucifijo en la mano, solo le agrega puntos a Don Chuy en la mente del creyente. ¿Qué se le va a hacer? 





Comments

Popular posts from this blog

Supersticiones, supercherías y más supers... Los gemelos.

Hablemos de la madre de las cosas malas: Lilith, el simbolo femenino de la rebeldía.

El origen de un ser imaginario: Yahweh, la deidad de las proezas marchitas...