El extraño mesías


Anoche el sueño estuvo invadido por relámpagos.
Hoy,  apenas llueve en la ciudad de Dios.
Flores grises circundan la ciudad y al pisarlas dejan su leve signo de ceniza. Allá, muy lejos, en los alrededores de la ciudad, una madre se ha sentado en la hierba con el pecho desnudo a esperar a su hijo; mariposas de humo colorean su vientre.
Una turba de niños de polvo juega por las calles, niños con ojos de sol.  ¡Oh milagro! llevan un corazón sangrante dejando la marca que ha de proteger al primogénito. Aquí la niebla agosta en los corazones un eco glaciar. Un hombre se detiene frente a las murallas y grita:
¡Vine a preguntar por el hombre sin rostro, aquél que me llamó sin conocerme!
¡Ah! -le contestó una voz doliente dentro de los muros- el ungido sale a perderse por el campo, cada mañana, a reivindicar su sangre esparciéndola por los sembradíos y las mieses; sale y ahoga en el reflejo de los ríos la pureza de su imagen.
Dicen que ayer ha vencido a la muerte. Mañana lo encontrarás sin duda en la entrada de la ciudad, destazando un cervatillo para vender su sangre como pociones a la puerta de los templos. Si no lo encuentras ahí, búscalo por la noche entre los brazos de las mujeres sin nombre. Llévale un corazón por si tiene hambre.
Por la mañana dará nombre a nuevas vírgenes.

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