Su recuerdo es el fantasma

Un sonido hueco, lejano, golpeando las orillas de lo que podía imaginarse. 

Una voz, tal vez era una voz desconocida que él reconocía como suya y que jamás intento comprender.

Vacío. Completamente vacío. Un ser que bien podría materializarse en sombra, más bien, evaporarse, antes que darse cuenta de que estaba allí, observando, consumiendo cada segundo…
Cada segundo.
Al encender el cerillo comprobó sus temores. La oscuridad es inmensa, el mar inevitable que algún día -¡Inevitable!- debe cruzar. Un grito se le ahogó en el pecho y dejó un eco apenas perceptible de sus sentimientos hacia Gaya.
Era mejor llamarla así, darle su distancia, su libertad, aunque ella no la deseara. Pero el pasado es la oscuridad de todos los rostros que a diario vienen hacia él  y después se disipan ante sus ojos, o ante el tráfico denso de humo donde también él, se va diluyendo.
Gota a gota su sangre por el laberinto. Escuchaba sus pasos inseguros, pasos de muerto encadenados a la vida y temblaba, temblaba horriblemente como cuando cayó expulsado a este mundo, y un sudor helado lo mantenía extático, lívido.
Su sombra había desaparecido, tal vez para siempre.
Ella seguía observando por la ventana una sucesión de deseos y esperanzas ya rotas, sin siquiera poder tocarlas, poner apenas el anhelo del dedo del deseo sobre ellas: “deseo tocar, deseo dejar de desear, deseo callar o gritar, deseo…” 
Una punzada dolorosa le invadió el rostro a Gaya pues éste, ajado, pero aún hermoso, se deformó por un segundo y al instante cayó, con su brillo carmesí iluminado por el tibio resplandor de la tarde, el preciado líquido de la vida.
Una tenue luz brillaba al fondo del pasillo, el olor húmedo de los muros inundaba sus pulmones como un vapor frío. Con paso vacilante –en realidad no sabría decir si flotaba- avanzó hacia la orilla -¿la orilla de qué?-.
Volvió la mirada y alcanzó a distinguir a través de la ventana que había caído la noche, la eterna noche. Era mejor volver. Volver a sus brazos estaría bien.
Este texto es un fragmento de un pequeño cuento que escribí hace tiempo, mientras escuchaba ese tema de Moby. Así que van ligados el uno al otro. El cuento es un intento de entender como cada ser amado que no está ya a nuestro lado deja una pequeña huella, una impresión leve en esa arena movediza que es la zona de los recuerdos en nuestra mente. En realidad nunca olvidamos, todo con el tiempo simplemente se desconecta. Lo sabemos después, cuando algo -como un aroma, un sonido- lo dispara de nuevo, y aquello vuelve y nos envuelve; nos sumergimos entonces en eso que llamamos recuerdo. Ese suceso que nos arrebata momentáneamente del tiempo y la realidad.

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