Discurso al volante sobre la razón de por qué me gusta Santa Sabina.



Eso de que no funcione el estéreo del auto es una verdadera tragedia. Bueno en parte. Recuerdo que un compañero de trabajo me dijo alguna vez que un amigo de él, platicaba consigo mismo rumbo al trabajo por las mañanas o por las tardes, y que en ocasiones la platica era tan intensa consigo mismo que “se armaba la polémica” según decía. Y estando consciente de que algo así coquetea demasiado con la locura, la verdad, creo que, hasta cierto punto es sano - sobre todo mientras no seas la única voz que se escuche dentro de tu cabeza, si oyes más de una, y empieza a darte de órdenes, cuidado jeje-.
Bueno, ahora que mi situación de no tener estéreo en el auto se agravó con la ausencia de mi teléfono que pasó a mejor vida D.E.P. Me he dado a la tarea de amenizarme el camino con charlas sobre tópicos que varían según aquello que me preocupe, o simplemente porque surgió como tema. Pues resulta que venía de camino, viendo el velocímetro del auto y así evitar a las autoridades viales cuando, de pronto, empecé a tararear una rola del Grupo mexicano Caifanes, creo que era ‘Nubes’. y así, como torbellino de ideas, mi mente arremolinó sobre las influencias que llevaron al surgimiento del llamado Rock en español -o Rock mexicano en mi caso-, allá a finales de los gloriosos años de los fijadores de cabello, los ochenta. 
Nunca me ganaron en verdad los aportes de las primeras bandas que escuche como Ritmo peligroso o Boteliita de Jerez, me parecían demasiado centrados en el entonces D.F. la capital mexicana. Y aunque sabía ya del TRI también, no fue sino hasta que escuché a los Caifanes y su excelente rola de “Viento” que el Rock Mexicano llamó mi atención. Siempre me quejé -y me sigo quejando- de que al Rock en español le faltó siempre la importancia del sonido de la guitarra, hay canciones de Prince (y miren que era muy buen guitarrista) que tienen mas poder en la guitarra que muchas canciones en el rock mexicano de entonces. Tampoco significa que no hubiese opciones, existían bandas como “Cristal y Acero” formada allá a inicios de los ochenta y que parece una versión azteca de Manowar pero a la Chac Mool, o los españoles “Los ángeles del Infierno”, cuyo hard Rock y Metal son excelentes. 
Pero el surgimiento del movimiento del que hablo, es de aquellos grupos que surgieron de Rockotitlán: Caifanes, Neón, la Maldita, La Castañeda y muchos otros. Mi reflexión se dio en el sentido de que el sonido de muchos de aquellos grupos pronto se volvió Mainstream por decirlo así. Creo que para todos es clara la gran influencia de bandas como “The Cure”, “Missing persons” o “U2″ no solo en las bandas mexicanas si no en todo el rock en español. Claro que diciendo que son Mainstream no es minimizarlos ni generalizarlos, las bandas formaron una identidad y sonido propios, Caifanes, Fobia, o Los Amantes de Lola, sonaban genial en vivo, recuerdo los primeros conciertos a los que asistí y en realidad eran muy buenos, Fobia daba un muy buen espectáculo, Paco Huidobro era para mí entonces, el mejor guitarrista en México (lo reconozco, pero siento decir esto a la vez, Santana no cuenta para mí en ese sentido), Cha era impresionante, las letras, y el sonido de Fobia eran inconfundibles. Los Amantes de Lola: excelentes músicos, en vivo tenían uno de los sonidos más compactos y “llenos” que escuché por aquél entonces. Lo mismo de muchas otras bandas como la Maldita o la Lupita. Pero ¿Qué hizo diferentes a bandas como Café Tacuba (el principio) y a Santa Sabina? Creo yo, que se alejaron del sonido ‘mainstream’ del que hablé en un principio. Insisto, no es que el resto de las bandas se parezcan, como sucedió con digamos muchas bandas en el Glam estadounidense. Pero, sus sonido era más ‘Underground’, lograron fusionar en su propuesta géneros musicales tan diversos como distintos. 
Santa Sabina jamás logró romper la barrera a “lo comercial” como lo lograría Café Tacuba, y a decir verdad, Rita y compañía jamás lo buscaron o lo quisieron. La fusión musical de Santa Sabina se alimentó de los pechos extraños del blues, el jazz y el gótico, con fuertes inclinaciones teatrales, especialmente en el caso de Rita. Pero la parte que los distingue al resto de las bandas y la más importante creo yo, es el acercamiento de Santa Sabina a la literatura. Ese acercamiento a las letras, los alejó del común del público que, y me duele reconocerlo, no siente una verdadera atracción hacia la poesía o la literatura. El público joven entonces, como la mayoría de la población, buscaba la poesía en la simpleza de pensamientos que llenaban libros de inspiración fácil o en esos libros baratos de citas como “100 frases de amor para enamorar al amor de tu vida”. Encontrábamos entonces metáforas tan simples pero tan “pegadoras” en las letras de la mayoría de las canciones, la gente ‘entendía’ la sencillez en frases como “haré una alberca en tu ombliguito”, “Te lloré todo un río” o en las metáforas prehispánicas de Saúl Hernández : “Serán los dioses ocultos o serás tú.” Las cantábamos a todo pulmón, ¿Quién no ha llorado todo un río por un amor que se fue? ¿No queremos llevar, a la persona que nos destrozó el corazón, a la cima del templo mayor y sacarle el corazón para ofrendárselo a los dioses? Sí, claro que sí. Pero pronto, esas metáforas se convirtieron en una fórmula, un código de barras. Santa Sabina se opuso a ello siempre. Incluso Café Tacuba, que en un inicio eran tan “ellos”, encontraron la puerta al mainstream rápido a través de canciones como “Las persianas” o “la Ingrata”, aunque siguieron experimentando en su búsqueda. 
Santa Sabina jamás tuvo un éxito rotundo en la radio, y aunque quizá piensen que haya algo de amargura en ello, en verdad no. Sus más grandes éxitos fueron temas como “Azul casi Morado” y “estando aquí no estoy”. Su primer disco era una amalgama de aquello que hablé más arriba: Jazz, funk y rock gótico, todo con un pequeño toque sombrío y poético; encontramos un ejemplo de ello en canciones como “Gasto de saliva”, “Vacío” y “A la orilla del Sol” un poema hermoso de Adriana Diaz Enciso, que fue la primera colaboración de muchas de Adriana con la banda, colaboraciones que pasaron por etapas más oscuras acorde con los tiempos. El álbum “Símbolos” nos mostró a una banda segura de lo que hacía y de lo que quería. “Símbolos” es -para mí- el disco que mejor sonido tiene, simplemente amo la forma en que se capturó el sonido de la banda. Su temática, como su nombre lo sugiere, es oscura y sombría, influenciado por temas underground comunes de la época; encontramos en sus letras alusiones a películas como el cuervo en “Alas negras”, y a las novelas de Anne Rice en “Una canción para Louis”, o su manifestación Zapatista en “Nos queremos Morir”.
El transcurso de Santa hacia la independencia creativa empezó ahí, Llegó a la cúspide en el álbum conceptual de “Babel”, donde creo yo, el abrazo con la literatura y su lado más artístico dio fruto. No culpo a la mayoría de los jóvenes de entonces que no se sintieran identificados ante tal obra. Era 1996 y el mundo sería pronto inundado (ahogado diría yo) con ese nefasto estribillo de “La Macarena”, Los Héroes del Silencio y la Ley sonaban en la Radio. El viaje de Babel es algo tan excepcional y tan simple a la vez, y sin embargo, tan alejado de lo que el público buscaba y busca en la música. “Babel” es el viaje de este personaje que es el ser humano, que somos todos, a través de la vida, el tiempo y la historia; que el primer track se titule agua no es casualidad, nos habla del inicio, del génesis (aunque odio ese tufillo bíblico, Santa lo hace magistralmente que me cerraron la boca con ello); puede que sea el inmenso océano, un lago, un río o una simple charca, pero la fuerza primigenia del agua es el nacimiento de todo y aquí se erige el personaje.
Inmediatamente Después en el segundo track tenemos la infancia. ¿Podrá verse mejor el mundo que desde los brazos de tu madre? Cuando levantamos nuestra primer mirada consciente al mundo, lo vemos todo por primera vez; levantar los ojos es ver la mirada de quién te dio la vida, la risa de nuestra madre es el equivalente para el mundo creado, del cielo azul. Para la criatura recién llegada, levantar la mirada y ver un hermoso cielo es ver la “Risa de Dios” en todas partes. Pero todo cielo azul se ensombrece, y el personaje sabe, que detrás de todo, se ocultan sus miedos, el miedo que nace con nosotros, que nubla nuestro juicio, el miedo que “oscurece el sol”.
En el tercer track nuestro personaje cambia, en su adolescencia, se torna consciente de sí mismo y se deja seducir por todo lo que aparece ante sus ojos. Aquello que desea le es ajeno, hasta prohibido, entonces se rebela y toma aquello que no le pertenece, se le castiga y se le aleja de la tentación. Expulsado de sus propios deseos, se sabe solo por primera vez y busca ser parte de algo, de alguien, busca refugio en un semejante. Conoce, en medio de la expulsión del pequeño mundo que le rodeaba, el amor y la pasión, se busca a sí mismo en alguien que busca a su vez: un compañero. Ahora es consciente de todo, la muerte lo ha visto a la cara, se sabe mortal, y aquél/aquella en quien busca refugio y consuelo, tiene para él también rasgos de crueldad. Voltea hacia atrás y contempla todo lo que fue, lo que hizo mal, “el Paraíso perdido”. Ahora puede ver que se ha “roto el reino de la luz”.
Para el cuarto track, nuestro personaje lanza ya un lamento con los brazos levantados hacia el cielo. La imagen del amado lo cubre todo. El rostro amado no es el rostro materno, no es el cielo azul, la complaciente mirada de “Dios¨, El ser amado ama y castiga, el personaje se da cuenta que su corazón ya no le pertenece, a donde quiera que ve, el amado está, pero el ser amado muestra desdén, ahora lo rechaza, lo aleja, es expulsado de nuevo pero, esta vez, de su propio cuerpo, de su propia mente, de su propio corazón, que ya no le pertenece; El ser amado no quiere nada de él, La divinidad tampoco, entonces el personaje desea, en su desesperación, morir. 
El track que lleva el título del álbum, abre una nueva senda en el personaje. La vida sigue. A pesar de todas las desaveniencias, se da cuenta que puede seguir viviendo, con miedo y con angustias, pero el deseo de vivir permanece. Busca, esta vez, reconocerse en la tierra que lo protege, en la tierra que lo acoge. Estamos ante un ser que intenta, en su desesperación, regresar al orden que lo vio nacer, convertirse en un ser social. El lenguaje empieza a ser su instrumento. Pero el lenguaje, que es un puente, es también algo que lo escinde de los demás. Es igual a todos y sin embargo no es como nadie. Es "el fantasma que habita su propia piel”. Todo, el amado, el semejante, la divinidad, entre más domina el lenguaje con el que pretende acercarse a ellos, pierde sentido, pierde verdad y se aleja más de todo. Este transcurrir en el lenguaje, lo lleva a descubrir que este -el lenguaje- sirve igual para decirle al amado acerca de sí mismo, sus sentimientos, que para ocultarlos y velarlos. El lenguaje ahora solo son inatrapables “peces del viento”, El lenguaje sirve para engañar a otros y para engañarse a sí mismo. El personaje se vuelve reticente y arisco. Para el final de ese primer bloque, nos encontramos a un personaje ya dispuesto a entregarse a sus propias pasiones. 
Luego tenemos una transición. En esa amalgama de poesía que es “Tuve un sueño”, nos damos cuenta que el personaje tiene visiones mortales, tal vez los primeros sentimientos homicidas. Esos tres poemas enlazados como una ristra son el debate que nuestro personaje tiene, dentro de sí mismo. Está dándose cuenta que la dialéctica vive en él; Blake describe estos contrarios -el bien y el mal, la luz y la oscuridad- en contante lucha en el espíritu humano en ese fragmento del “Matrimonio del Cielo y El Infierno”, a la vez que otra voz, nos repite esa piadosa plegaria-súplica que Baudelaire le hizo al mismísimo señor de las angustias humanas (Oh Satán, apiádate de mi larga miseria), y una tercera voz, nos describe con particular detalle, un aspecto un tanto macabro de luna posible crucifixión y el arrepentimiento. Tortuosas imágenes de la culpa.
En “La Garra”, el personaje da rienda suelta a sus bajas pasiones. Ahora sabe, que dentro de él habita un ser de fuego, un ser marcado que cae, y que encuentra placer en la caída; que la oscuridad habita también en él. Si algo provoca el deseo sexual, es el instinto animal, la procreación, y en ello, el elemental deseo de ser inmortal. Aunque en ello vaya su “salvación”.
Ese pequeño track al final del primer lado habla por sí solo. El personaje sabe que es un ser social. “La Ciudad” nos prepara para ver que somos parte de un todo y un todo a la vez, un ser colectivo. La ciudad es el ser plural.
Para la segunda parte tenemos a nuestro personaje reconociendo la maldad en el mundo. El ser humano es capaz de dañar a su semejante, tanto individualmente como colectivamente. Al igual que el “Dios” en el que aún cree, el hombre es capaz de dar vida y de quitarla. Se sabe capaz de crear con sus propias manos una torre altísima que llegué al cielo, o algo tan hermoso y fantasmagórico como la poesía, la música o armas de destrucción masiva (dedos nerviosos retorcidos, acarician botones y gatillos). 
Nuestro personaje se da cuenta que el malvado persiste, prospera. La maldad está por todos lados y los malvados “Siembran un tiempo de asesinos”.
Ahora, el personaje se da cuenta que si desea algo debe ir por él, sin importar el costo. “El camino es el deseo”. Solo debe extender su mano y lo que desea será suyo, aún cuando no haya sido nunca suyo. Se reconoce en los demás. 
En la madurez se sabe parte de todo, se complementa con todo y por fin sabe que el lenguaje en ocasiones es inútil para realizar todo lo que quiere. Encuentra al amor una vez más, y aunque sabe que el otro es su espejo, sabe que permanece solo. 
En “Olvido”, Hermoso tema compuesto por Rita, el sonido de una tormenta se ciñé sobre él, le hace reflexionar sobre su existencia. Su paso por la vida. 
La madurez del personaje le hace pensar en dónde esta la frontera entre la vida y la muerte, Hay algo en él, que busca trascender la muerte. Que quizá la trasciende. El amor después de todo, lo hace creer que hay esperanza, y desde ahí, “mirar al otro lado de la noche…"La parte etérea del personaje se manifiesta en los últimos tracks. "El Cielo” siempre me gusto porque hay en esta composición la reflexión de que, a pesar de todo lo vivido, el personaje tiene las mismas dudas, los mismos miedos ante la vida. Sabe de su fragilidad. 
Ahora sabe, con seguridad, que va a morir. Y ahora, después de tanto, vuelve la mirada al cielo azul, aquél que le sonreía en la niñez, (recuerdo ahora el bello poema de Alfonso Reyes que decía: A mi de niño me seguía el sol), pero ahora el cielo, aunque azul, nos da la impresión de ser un cielo por la tarde, cielo gris, el día, como él mismo muere, esta muriendo, pues “el sol se va, se va…" 
El personaje lanza un último reclamo al cielo, a aquél que lo habita, diciéndole con amargura: ¿Porqué prefieres verme morir, a verme tocar el sol que me puede quemar? Y al final. Sabe, derrotado por sus dudas, que la única certidumbre es la partida, sabe que llegó solo a este mundo y solo se irá. "Yo voy detrás del ardiente sol, la intensidad de su luz, incendio de mi fe, Yo soy el velo que va a caer, reflejo de un cielo azul que nadie puede ver…”
En el último track, el personaje ya no es de este mundo. Es ese ser casi divino que siempre anheló ser. 
Mitad aire, mitad materia, es un ángel que contempla las cosas celestiales como suyas. La lluvia es su voz y su forma de manifestarse. Ahora mira, fuera de las preocupaciones terrenales, a los demás seres que viven y lloran y sonríen. Las emociones le conmueven pero le son ajenas. 
Ya no tiene miedo, es libre y eterno. Es, por fin, el fantasma del ser que algún día fue. Ahora es algo que no morirá. En el epilogo siempre he creído que nuestro personaje está cantando, ese coro celestial es una muestra que volvió al origen. La felicidad perdida.
Este disco de Santa Sabina es, como pueden ver, un viaje. No puede entenderse si no como un ente completo. Vivo en cada una de sus partes y experiencias. Los trabajos siguientes de la banda nos mostraron a unos artistas lejos de las banalidades de ser estrellas de rock o meras celebridades. Especialmente Rita. Hay en ella, ese algo artístico que la separa de muchos contemporáneos suyos. Auténtica hasta en la forma de irse. El cáncer fue un enemigo honorable para ella. Pero no la derrotó, la hizo más grande. Es una lástima que la banda no supiera honrar su ausencia. Una ausencia toda presencia. 
Eso es lo que separa a Santa Sabina para mí, del resto de las bandas del rock mexicano. 
El matrimonio entre las letras y la música, oficiado por el impulso artístico auténtico.





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