El pecado (o la pastilla cristiana del miedo)

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¿De dónde proviene la noción del pecado? 

Ya en la antigua Grecia, Platon nos decía: 
“Porque algunos dicen que el cuerpo es la tumba del alma y puede pensarse que ésta se halla enterrada en nuestra vida actual. Los poetas órficos... tenían la impresión que el alma sufre el castigo del pecado hasta que se ha pagado la deuda”.

En el mundo occidental conocemos aquella noción que se inventó de la nada, la de el cristianismo. 
La experiencia del pecado no es la misma que aquella encerrada en el simple contexto de lo bueno y lo malo, lo correcto y lo incorrecto; es esencialmente un concepto religioso basado en la relación humana con un orden o realidad trascendental (imaginaria en este caso).
Pocos conceptos han sido tan significativos e influenciables en la historia de las religiones, y pocos han sido tan denigrados en tiempos modernos como el concepto del pecado. Muchas religiones tienen una variedad de términos para plasmar la idea del pecado y existe un amplio rango de matices y énfasis en cada una de esas religiones, en ocasiones incluso en una sola religión.
Una manera de estudiar y aproximarse al concepto de ‘pecado’, será acaso analizar el significado de los distintos términos usados en dichas religiones, culturas y  lenguajes. Por ejemplo, están el het, awon, pesha y otros en el antiguo testamento, el nuevo testamento, que mayormente usa el término griego hamartia, la tradición hindú con su papa, que incluye pecado moral y ritual. En China el tsui, o y kuo, el japonés shinto, tsumi y aku. Prácticamente todas las religiones, culturas incluso las más primitivas, tienen términos más o menos equivalentes al ‘pecado’, y con frecuencia, la variación de términos en una sola cultura o religión refleja la diferenciación de varios tipos de pecado (por ejemplo ama-tsu-tsumi y kumis-tsu-tsumi, pecados relativos al cielo y pecados relativos a la tierra en el shinto japonés).
OFENDIENDO A LOS DIOSES
el pecado es esencialmente un concepto religioso, pues implica una ofensa que involucra a una concebida ‘realidad’ religiosa o super-natural: un dios o dioses personales, un orden divino de las cosas (lo que sea que eso signifique), o un conjunto de tabúes que poseen sanciones sobrenaturales.
Es esta añadida cualidad la que distingue ‘pecar’ de simplemente actuar mal; y hace que la experiencia del pecado sea diferente a aquella del bien y el mal o lo bueno y lo malo. El pecado está basado en la experiencia humana de, y en su relación con, ese orden o realidad trascendental.
En la perspectiva de esta relación, toda maldad, mal o acto injusto, o incluso la conciencia de la in-escapable insuficiencia humana, adquiere la cualidad adicional y profundo sentido y dimensión del ‘pecado’.
La elaboración de este concepto, la interpretación y las consecuencias del sentido de ‘pecado’ varía de cultura a cultura, de diferentes periodos en la historia de una misma cultura, y en la vida de los individuos, incluso en un solo periodo de tiempo. También lo hacen los medios ideados para escapar a las consecuencias del pecado -ritos de purificación, expiación, remisión de los pecados, ejercicios de penitencia y mortificaciones-, o maneras para escapar del sentido del pecado por sí mismo, por ejemplo, movilizando teorías en defensa  de la afirmación que no hay tal cosa como el pecado o la pecaminosidad.
RECHAZO DE LA VOLUNTAD DE ‘DIOS’
El pecado, tan distinto del mero ‘actuar mal’ está conectado en la relación humana con la esfera trascendente, y en concreto, ligado cercanamente a la manera en que las religiones representan esta ‘esfera’ y la relación del hombre con ella.  
Hay una tendencia en muchas religiones en considerar desgracias de todo tipo (enfermedades, hambre, sequía, la derrota en la guerra) como resultado del pecado, el hombre es merecedor de la furia de dioses airados o espíritus, dichos castigos, son impuestos por una deidad justa. Son la irrupción automática de fuerzas destructivas resultantes de un disturbio del correcto orden de las cosas. Métodos y rituales han evolucionado entonces para detectar el pecado. Castigar las culpas o encontrar un chivo expiatorio, borrando los pecados con rituales apropiados para obtener el perdón de la deidad ofendida. Por lo general, muchas religiones antiguas, no distinguen entre ofensas rituales y morales, y muy a menudo, el primero de ellos, o la ruptura de tabúes rituales, parecen haber sido vistos como algo mucho más serio.
Antiguos textos mesopotàmicos sugieren una preocupación con las ofensas rituales. Antiguos textos egipcios (en donde la inocencia de todos los pecados es mencionada como pre-requisito para la vida después de la muerte), cataloga ambas transgresiones, ritual y moral, blasfemia y asesinato por ejemplo, sin distinción; mientras que en la antigua Grecia y Roma, el carácter social de la religión nos lleva a un gran énfasis de los pecados relevantes en el orden social.
Los profetas hebreos nunca se cansaron de promulgar la pecaminosidad de la gente, la ira de Dios y su inminente castigo. Sin embargo, el énfasis de ritual a moral fue cambiado como aquí en el libro de Miqueas: 
¿Con qué prevendré a Jehová, y adoraré al alto Dios?
¿Vendré ante él con holocaustos, con becerros de un año?
¿Agradaráse Jehova de millares de carneros, o de diez mil arroyos de aceite?
¿Daré mi primogénito por mi rebelión, el fruto de mi vientre
por el pecado de mi alma? 
Oh hombre, él te ha declarado qué sea lo bueno, y qué pida de ti Jehová, solamente hacer juicio, y amar misericordia y humillarte para andar con tu Dios

¿Qué tipo de ser promete sacrificar un hijo a algo intangible? ¿A la ilusoria noción que tiene de la existencia de un ente? En fin.
El Islam toma por hecho que el hombre es débil y siempre está predispuesto al pecado, y sostiene que Alá no solo es un juez severo si no también compasivo y perdonador. Los pecados son esencialmente el resultado de la debilidad humana que falla en obedecer los mandatos de Alá. 
En el cristianismo, también el pecado es concebido como desobediencia a, o un rechazo consciente de la voluntad de Dios. Pero la experiencia del pecado y la elaboración de la doctrina del pecado han sido llevados más allá que en cualquier otra religión. De hecho, el pecado puede ser visto como el concepto fundamental del cristianismo. Sin ese concepto esta religión es mucho menos que un castillo de arena. Aunque -según ellos- es una religión basada en la salvación, la salvación que provee es ante todo, del pecado. El cristo sobre la cruz, tomó para sí los pecados de la humanidad, y por su ‘sufrimiento y muerte’, nos trajo la expiación y la libertad. ¿Libertad de qué? Nadie sabe explicarlo a ciencia cierta, pues en este caso como en el de muchas religiones, el mismo vendedor te vende la llave, el candado y las cadenas.
Él fue el ‘cordero de Dios que quitó el pecado del mundo’, y en la cuenta final de la última cena, en la cual el rito de la eucaristía esta basado, Jesús le dice a sus discípulos mientras les da la copa de vino: beban de ella, todos ustedes, porque esta es mi sangre de la alianza, derramada por muchos para el perdón de los pecados. (Mateo, 26,27:8)
Mientras que por un lado trae la buena noticia de la ‘liberación’ del pecado, la cristiandad hizo mucho para fomentar la conciencia de este poder, en ocasiones a nivel patológico. El hombre es un pobre y miserable pecador, y solo la contricción, continua penitencia y el recurrir a los medios sacramentales que provee la iglesia, lo salvarán de las consecuencias nefastas de ambas, su pecaminosidad esencial y sus pecados personales.
La fuente del pecado y la naturaleza del mismo son descritos en varios idiomas, que van de la mitología a la psicología teológica.
Esta pequeña historia, narrada en el antiguo testamento para los judíos y adoptada más tarde por los cristianos, nos habla de como ‘Dios’, después de regodearse con la visión de todo lo creado por él mismo, le da al hombre y a la creación de su creación: la mujer, instrucciones al parecer muy vagas de lo que pueden o no pueden hacer en ese jardín de juegos que llamaban el paraíso, les muestra un pintoresco arbolito al fondo, con unos deliciosos y frugales frutos, al que llama ‘el árbol del bien y del mal’, - me imagino que al decírselos se escuchó alguna fanfarria celestial para dramatizar el asunto-, y les dijo que estaba terminantemente prohibido comer de aquél arbolito. Luego sin más explicaciones se dio la media vuelta y se escondió detrás de las nubes para espiarlos y sorprenderlos en el acto de "desear" aquello que no deben desear.
¿Es necesario imaginarse lo patético y absurdo de una escena como esta? Todos sabemos qué clase de padre deja la pistola sobre la mesa y se vuelve diciéndole a su hijo de dos años, incapaz de pensar racionalmente, no la vayas a tomar, está prohibido. Para que esta historia mejore, este churro patriarca-celestial, decide hacer protagonista del desafortunado evento al ser que por denominación se convierte desde entonces y para siempre como el débil por excelencia, la mujer, como si Adán hubiese dado muestras de fortaleza a toda prueba al dejarse ‘seducir’ por ella. Gracias a este malentendido de las letras pequeñas del contrato en ‘el paraíso’ el hombre pecó, y con él, la humanidad entera. Para hacer todo más interesante, y que la historia cuente con los elementos que no faltarán en ninguna historia hollywoodense en el futuro, deciden meter en la historia a la serpiente parlanchina. A todo este suceso, se le conoce con el grandilocuente término de “la caída” de la gracia. En la doctrina cristiana, el estado de la caída, inherente en la naturaleza humana está conectado con este bodrio de relato narrado en el génesis, y se le da a dicho suceso, la importancia que jamás tuvo en la tradición bíblica y rabínica del judaísmo. 
En el simbolismo mitológico el diablo juega un papel muy importante: es él quien aleja al hombre de Dios, por lo tanto la tendencia de asociar todo lo tentador, incluyendo los placeres de este mundo, especialmente el sexo -¡siempre el sexo!-, con el diablo y señor de los demonios. Por lo tanto también la tendencia del cristianismo medieval de asociar el pecado, la herejía y la magia.
El análisis de la pecaminosidad como un inherente rasgo humano y como una de las formas básicas humanas de estar en su estado actual de ‘caído’, fue hecha por primera vez por San Agustín - sí, el mismo que una vez, quizá con algunas copillas consagradas de más, lanzó la máxima ¡Felix Culpa!, y que puso a los sabiondos de la iglesia a tratar de encontrarle una justificación, diciendo que era feliz, pues nos había traído con ella al salvador, ¡Solemne excusa!
Para estas personas -los "padres" de la iglesia-, la naturaleza humana está tan corrupta y viciada que no puede simplemente mejorar por sí misma, con sus propios medios. Incluso su mismo arrepentimiento, la fe y la conversión son el resultado de la gracia divina moviéndose hacia ella. 
Lo cierto, es que el idear algo así -la idea del pecado- fue una maniobra genial, y en el caso del cristianismo aún más, pues llevar el concepto al plano inmaterial del pensamiento -sí, así como se escucha-, con el simple hecho de pensarlo ya estás pecando. Estos cristianos se volvieron especialistas en torturar a las personas, que nos hicieron presos de nuestros propios impulsos y de nuestros pensamientos, en pocas palabras, es el infierno tan acariciado por ellos, en el cuerpo de cada creyente. Ni los avaros y mojigatos rabinos fueron tan lejos como estos torturadores cristianos.
Esta omnipresencia del sentido del pecado se intensificó con la enseñanza de que el pecado era más una cuestión de intensión y deseo que de acción abierta. 'Has escuchado que se dice: “no cometerás adulterio”, pero yo les digo que cualquiera que que vea a una mujer con lujuria ha cometido ya adulterio con ella en su corazón.’ (Mateo 5,27:8). 
Al parecer para esta primitiva gente pensábamos con el corazón, ya que el mismo Mateo nos dice: ‘Porqué del corazón vienen pensamientos malvados, asesinato, adulterio, fornicación, robo, falso testimonio, calumnia’. (Mateo 15,19)
Con el paso del tiempo el cristianismo desarrolló doctrinas muy elaboradas y catálogos de pecados, como si fuera una botica, así como prácticas para tratar con ellos. El principal, el pecado ‘original’, al cual cada ser humano es heredero (de acuerdo a san Agustín, es transmitido a través del acto de la procreación), y los pecados individuales que el ser humano comete a lo largo de su vida. Existen los pecados cometidos después del bautismo (el cual supuso un serio problema a la iglesia primitiva ya que se creía que dicho sacramento no sólo lavaba los pecados pasados, si no incluso la inclinación al pecado). Al final siempre encontraron una solución a sus pequeños problemas manteniendo a la gente temerosa e ignorante a ese respecto, de nuevo otra maniobra genial los mantuvo a flote: La invención de más pecados, como ‘Los pecados mortales’, estos implican un castigo perdurable, y los pecados veniales o perdonables. Los ‘siete pecados capitales’ se volvieron el tema favorito del arte medieval. Alrededor de la idea básica del pecado se construyeron muchas otras doctrinas y prácticas; el sacramento de la penitencia, la confesión y la absolución, el infierno y el purgatorio, y la creencia en la posibilidad de escapar de las torturas y sufrimientos del purgatorio. La cloaca que se creó a partir de la invención de tales abominaciones, los abusos, tales como la venta de indulgencias, fueron factores importantes que precipitaron la reforma en el siglo XVI.
Pero mientras los reformistas deshicieron muchas prácticas católico-romanas, la doctrina del pecado y la culpabilidad siguió siendo el tema central de su teología. Y aunque el pecado o la idea de algo similar ronda la mayoría de los sistemas de creencia existentes como el budismo y el hinduismo por mencionar solo algunos, en ninguno de ellos alcanzó la escatología del cristianismo. 
En el Judaísmo no aparece en contexto la idea o noción del pecado original. Basta con leer en La Torah los capítulos concernientes al Génesis. bajo ese contexto, no existe ninguna maldición de la deidad hebrea hacia Adam y Havah, y por lo tanto, no hay ninguna necesidad de que alguien muera o se sacrifique por nosotros por una deuda que nunca ha existido. Sin esa pequeña mentirilla llamada pecado original, el castillo de naipes llamado cristianismo se viene abajo.
Toda religión, y en este caso el cristianismo y todas sus variaciones y sectas pueden ser diferentes, pero estúpidos no lo son, ninguno; terminar con una idea así, es matar a la gallina de los huevos de oro antes del almuerzo. Y se van a aferrar a ella, cueste lo que les cueste.



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